Prevención Selectiva del Consumo de Drogas en Menores: Experiencias Internacionales
Bilbao: 1/12/2005
MARRUECOS: ¿NUEVA EXPRESIÓN DE LA DROGODEPENDENCIA JUVENIL?
NB: Agradezco la ayuda generosa prestada por Mercedes Jiménez, antropóloga, estudiosa y conocedora del contexto actual en lo que concierne al tema, por la transcripción de este trabajo.
I.- Introducción, contextualización y contextos funcionales
La teoría de la comunicación humana en su dimensión pragmática nos enseña entre otras cosas- que la comunicación, entendida como una relación interpersonal, obtiene sentido según el contexto en el que dicha comunicación tiene lugar en un momento dado: su contexto. Así y en relación con el tema que nos ocupa, podemos avanzar que el fenómeno de los menores en contextos de exclusión social, en general, y el de los menores con comportamientos adictivos ,en particular, permanece incomprensible mientras el campo de observación-estudio del interviniente (investigador, educador, terapeuta, trabajador social, etc ) no es lo suficientemente amplio bajo la perspectiva global, compleja e interactiva para abarcar el fenómeno a nivel transnacional, nacional y local, considerando las interacciones de los factores económicos, sociales, políticos, psicológicos en un momento histórico dado.
Es justamente a esto, a lo que se le conoce como la contextualización de los procesos humanos, que a nuestro parecer constituye un requisito indispensable para todo interviniente en procesos humanos preocupado por el rigor a la hora de plantear tanto el estudio y la comprensión, como la elaboración de una metodología de intervención en dichos contextos. Tanto es así, que el interviente que no contemple el fenómeno en su globalidad y complejidad, corre el riesgo de incurrir en generar soluciones o respuestas mutilantes e incluso perversas (contrarias a los fines propuestos).
Estas reflexiones, que quisiera compartir, vienen al caso porque a menudo observamos, tanto en los discursos oficiales, en las instituciones que se ocupan de estos menores o en los medios de comunicación - sobre todo en Marruecos- , la confusión entre lo que es un contexto con conceptos lineales como situación o medio, así es frecuente el uso de niños de la calle, niños en situación difícil o menores migrantes no acompañados .
Se trata de puntualizaciones arbitrarias y lineales, que a parte de no implicar a los actuantes, estigmatiza a los menores creando de ellos una categoría a parte con denominaciones científicas y participando así, en la escalada de violencia de la que son sujetos estos menores.
A fuerza de repetir la etiqueta, los actuantes acaban percibiendo a estos menores sin ninguna pertenencia social-familiar. Éstos son extraídos de la propia naturaleza humana y social de pertenencia para convertirse en algo extraño e incomprensible con el no sabemos qué hacer.
Para todo ser humano, incluido el menor, la familia constituye su primer contexto existencial más significativo, en cuyo seno realiza el aprendizaje de su derecho responsabilidad más fundamental- , es decir: vivir, saberse protegido (económicamente, socialmente y psicológicamente) y sobre todo aprender a proteger los suyos, así como el aprendizaje de ir interiorizando las normas, los modos de hacer, sentir, valores, lengua, religión, habilidades, etc de su grupo de pertenencia, quedando establecido de este modo una identidad indispensable para su integración dentro de su red social (grupo familiar, comunidad ) y manteniendo a su vez una estabilidad necesaria en edad adulta y que contribuye en el proceso de cohesión del conjunto del cuerpo social.
Por supuesto que para que el sistema familiar cumpla con sus funciones (cuidar y enseñar a cuidar) tiene que contar con medios económicos, sociales y culturales. Tener un protagonismo dentro de la comunidad. Cuando fallan las aportaciones necesarias se producen desvinculaciones, exclusiones y fenómenos aberrantes, como los menores en desamparo. Paliar esto empieza por una visión integradora del ser humano restituyéndole dentro de su red natural de pertenencia.
Si hemos avanzado en la importancia de considerar la persona así como los procesos humanos dentro de un contexto, cabe preguntarse ahora: ¿Cómo se constituye un contexto? Tratándose de un symposium, nuestro interés está centrado en contextos funcionales, los patológicos o disfuncionales son más bien temas de contextos psicoterapéuticos.
Un contexto funcional dado, se constituye en el seno de una situación dentro de la cual se presupone la presencia de unos participantes, en interacción, así como una distribución de roles y funciones en torno a una finalidad preestablecida negociada o predeterminada (como es el caso en contextos didácticos). Una observación sobre el conjunto nos revela un despliegue de esfuerzos, una mayor concentración de la atención y de la memoria, así como la adecuación del tiempo y del espacio al servicio de la finalidad preestablecida. Tomemos el ejemplo del symposium: cualquier observador puede constatar el empeño que han puesto los organizadores hasta en el más mínimo detalle, cara a una finalidad: La prevención selectiva del consumo de drogas en menores . Para ello se ha reunido a expertos internacionales, nacionales, entre oradores y participantes interesados por el tema, y donde se constata desde la disposición de las personas el lugar de los oradores, la disposición de las mesas y del material didáctico, hasta la distribución del tiempo, todo indica que se dan las condiciones óptimas para favorecer la concentración de la atención cara a un intercambio de conocimiento, y experiencias en función de una finalidad, a saber, avanzar en la reflexión, así como en el proceso de elaboración de unas actuaciones mejor adaptadas a la acción de la prevención selectiva del consumo de drogas entre menores. Interesa resaltar la ventaja que ofrecen los contextos funcionales, ya que logran una mayor comprensión del tema propuesto, así como el despliegue de unas estrategias de intervención cada vez más complejas, más diferenciadas, gracias al esfuerzo compartido de los participantes, que contribuyen a consolidar la convicción de que trabajar juntos sirve para avanzar, porque recibimos una información rica que en grupo es posible procesarla, ordenada en función de unos objetivos acordados.
Es imposible la creación de un contexto funcional si previamente los participantes no interiorizan un principio de la interdependencia recíproca, tanto en el seno del grupo de investigación, o con los sujetos-objetos de nuestras actuaciones.
Estas notas preliminares, están motivadas por razones personales, entre las que cabe destacar en primer lugar mi posicionamiento, así como mis referencias teórico-prácticas y en segundo lugar, compartir algunas reflexiones fruto de mi ejercicio tanto clínico como en la formación de los actores sociales.
Referente a la primera razón, en cuanto a mis referencias teóricoprácticas, estimamos que el enfoque sistémico-relacional-ecológico constituye nuestra referencia prioritaria, quizás por ofrecer unas garantías de rigor tanto a la hora de comprender, como a la hora de actuar en los fenómenos relacionados con los contextos psicosociales en general.
El instrumento idóneo para actuar está inspirado en el enfoque socioterapéutico. Éste prioriza la evolución de la personalidad del menor mediante instrumentos sociales y terapéuticos, ambos conducen al enriquecimiento de la personalidad del menor mediante la creación y la elaboración de vínculos terapéuticos del menor consigo mismo (psicológicos), con el sistema familiar (restablecen la memoria) y con su red social. Llevar a cabo esta labor supone en primer lugar imprescindible- por parte de los intervinientes mantener una coherencia global entre ellos y con el sistema familiar-social de pertenencia del menor.
En cuanto a la segunda razón, como profesional de la salud mental, interesada por el estudio de los contextos de riesgo social (migración, drogodependencia, paro laboral, violencia de género, etc) me parece de interés plantear algunos requisitos que todo interviniente social deber tener en cuenta, a saber:
Requisito primordial: todo interviniente en contextos sociales tiene la responsabilidad de conocer tanto los contextos humanos en interactuación, como las reglas que rigen dichos contextos. ¿Por qué? Deriva esto de la necesidad de tomar conciencia de la propia posición como parte integrante del juego relacional, esto proporciona al actor social en cuestión, una posición de ventaja, es decir, una visión global, no mutilante de la realidad.
Además proporciona una consecuencia enriquecedora, no actuar sobre el otro, sino con el otro, para ello, el profesional tiene que aclararse:
1.- Sobre las propias referencias y pertenencias: culturas, ideológicas, sociales, etc
2.- Evitar toda desviación hacia la creación de contextos disfuncionales para no caer en resultados contrarios a los fines propuestos
3.- Tomar conciencia de la necesidad de ser confirmado, reconocido por el otro
4.- Posiciones claras, testar su propia actitud de rechazo que a veces viene camuflada por una tendencia a la sobreprotección o a la infantilización del menor en cuestión
5.- Una actitud funcional por parte del interviniente, sería una actitud de empatía, generadora de autonomía, flexibilidad, y mayor alternativas tanto para al agente como para el sujeto objeto de intervención.
El 2º requisito: la necesidad de obtener un conocimiento exhaustivo macro y micro sistémico del contexto social con la adquisición de habilidades sobre todo a nivel infraverbal con el objetivo de ganar credibilidad por parte del menor en cuestión.
Muchas veces podemos hacer propuestas a los usuarios, que defendemos a nivel verbal, y al mismo tiempo, los descalificamos a nivel infraverbal. El ejemplo sería decirle al menor, tengo todo el tiempo para ti, estoy aquí para ti y al mismo tiempo estar mirando continuamente el reloj o bostezar. Esto sería un comportamiento infraverbal que descalifica todo lo dicho y somete al menor en mayor confusión, ya que no sabe a qué atenerse.
Es por lo que el agente social tiene que estar siempre preocupado por si propia coherencia entre lo que dice y cómo lo dice. Es importante recalcar que la implicación propia favorece y consolida el protagonismo del actor social: si en lo que acaece tengo que ver, me pertenece intervenir, refuerzo de pertenencias y obtengo mayor credibilidad.
El 3er requisito: Conviene un cambio en el planteamiento de la estrategia de intervención, en lugar de plantear: ¿Qué le sucede a este menor? Y ¿Cómo puedo ayudarle?, plantearíamos: ¿Qué actuaciones serían más adecuadas para crear un clima de confianza entre el menor y el interviniente en el aquí y ahora, a corto, mediano y largo plazo?
¿Cómo se puede ganar la adhesión del menor a las propuestas? Así las cosas, el actor social estaría preocupado en primer lugar por su propia confirmación-aceptación por parte del sujeto-objeto de intervención.
Una vez resuelta la confirmación del interviniente, es cuando este alcanza las condiciones necesarias para organizar su intervención, de este modo, este proceso basado en el reconocimiento confiere al agente un liderazgo funcional y genera autonomías para ambos. Los contextos funcionales son generadores de salud porque están basados en la confianza y en la confirmación mutua.
II.- Conductas adictivas de los menores en Marruecos.
En mi práctica diaria no suelo intervenir especialmente con menores que presentan conductas adictivas, esto se debe a factores coyunturales. En Marruecos hay una carencia en la concepción y en la estructuración de respuestas apropiadas para un fenómeno tan complejo domo la drogodependencia en general y en los menores en particular. La explicación que nos parece más aproximitiva a la realidad es que las sociedades más o menos rígidas se suelen responder con la negación del problema, fruto de la alianza con el mito nacional: son problemas en otras sociedades. Este mecanismo sirve para el mantenimiento de una homeostasis rígida, a lo sumo se piensa que los niños marginales consumen cannabis., tomándolo como algo natural en este grupo de menores.
No obstante, me consta la existencia del fenómeno, y algunas veces me encuentro con demandas formuladas por los padres en relación a los comportamientos adictivos de algunos de los hijos e hijas adolescentes, evidentemente en ausencia de una estructura psicosanitaria, por las carencias de programas adecuados, se establece de un modo confidencial y casi en secreto un vínculo terapéutico entre la familia y el terapeuta como única alternativa posible frente a la negación por parte de la sociedad.
Es verdad que esta red terapeuta-familia puede procurar algunas gratificaciones porque refuerza la convicción del terapeuta en las competencias familiares en tanto que coterapeutas frente al hijo en comportamientos adictivos, pero es insignificante cara a provocar cambios de mayor envergadura. El hecho de trabajar casi en secreto puede reforzar la homeostasis rígida del mito nacional, ya señalado, lo que nos convierte en cómplices y mantenedores de unos contextos disfuncionales, a su vez, pone en cuestión nuestra función de agentes de cambio. Tampoco salen a la luz los datos ni unas estadísticas fiable de rigor y en la mente de todos, la toxicomanía juvenil es asunto de organizaciones no gubernamentales, inherente a los mal llamados niños de la calle, tolerándolo como corolario del perfil de estos menores y cerrándose el círculos y manteniéndose el statu quo.
Consideramos que la toxicomanía es un proceso complejo y las respuestas tienen que ser complejas dirigidas. En primer lugar incidir sobre los contextos disfuncionales que las oferta y mantiene: son contextos caracterizados por relaciones basadas en la violencia, las carencias familiares, la humillación y la frustración, sobre todo de las poblaciones más vulnerables, como es el caso de los menores. En segundo lugar, hay que organizar intervenciones específicas dirigidas simultáneamente:
- Al sistema familiar: La toxicomanía juvenil coincide con un momento crucial en la fase del ciclo vital de la familia, suele alterar toda la perspectiva de autonomía, con el establecimiento de coaliciones disfuncionales. Además, la familia suele excluirse, traen el hijo que por las malas influencias de los amigos ha caído en la droga. Con estas consideraciones no se puede dejar de lado nuestro aliado primordial, a parte de que las relaciones entre las personas drogodependientes y la propia familia suelen ser muy intensas.
- Al menor con conductas adictivas, a dos niveles:
1.- A nivel orgánico por las alteraciones producidas por las sustancias tóxicas.
2.- A nivel psicológico, habría que abordar las alteraciones de la estructura de la personalidad.
Toda intervención- programa tiene que estar contenida en un marco caracterizado por un equilibrio entre exigencias libertad y con contenidos pedagógicos y educacionales para que una integración funcional sea posible.
Como he señalado anteriormente, mi experiencia en esta campo es escasa, tampoco me consta que en Marruecos hayan centros adecuados con programas complejos de tratamiento en el sentido tal y como lo he señalado.
No obstante quisiera señalar al respecto un nuevo comportamiento adictivo bastante frecuente entre los adolescentes que constituye motivo de consulta, preocupando a las familias, sobre todo al sistema parental. Se trata de jóvenes que adoptan un comportamiento pasivo , de contemplación, frente a acontecimientos importantes ante los cuales suelen permanecer como colgados en un pseudo proyecto de vida alternativo , desligado y desarraigado con respecto al contexto socio-familiar de pertenencia.
Están esperando marcharse a Europa para resolver todos los problemas, cuanto, más difícil e inaccesible dicho objeto de deseo, más excitante y dependiente se torna la persona, el resto no cuenta: los procesos vitales de autonomía, los proyectos de vida se paralizan casi por completo y la inteligencia se malgasta durante la espera. Se pierde el interés por lo de aquí y ahora, esto produce fracaso, absentismo escolar, etc Los discursos entre grupos de pares se tornan compulsivos y repetitivos, transformándose en verdaderos mosaicos de fantasías ingeniosas de cómo puedo conseguir marcharme.
He podido constatar cómo estos comportamientos en grupo o la reunión del grupo en torno al objeto de deseo confiere una nueva identidad
(los que se quieren marchar, incluso arriesgando la vida) se convierte en una inducción a una drogodependencia sobre añadida: fumar cannabis, tomar un poco de alcohol para estimular charlas, intercambiar información sobre el viaje, etc
Nos preguntamos si cabe considerar este comportamiento como una conducta adictiva.
Comparto la opinión de autores que definen la toxicomanía, como el resultado de la interacción entre el individuo- la historia consciente e inconsciente del sujeto- y un producto (la droga, el Dorado europeo en nuestro caso con su efecto biológico, psicológico y social) en un contexto dado que constituye un escenario.
Es verdad que el contexto actuar está caracterizado por las carencias culturales, económicas, sociales, etc y por relaciones interpersonales basadas en el poder y la sumisión y humillación de los más vulnerables del eslabón social.
Consideramos que el efecto devastador de la toxicomanía requiere la interacción entre la persona y el producto en un escenario-contexto dado.
Por lo tanto, al referirme a una hipótesis explicativa de esta nueva expresión de la toxicomanía juvenil en Marruecos, considero que desgraciadamente se pueden identificar todos los factores, a saber:
- Unas familias carenciales, incapacitadas por la falta de instrumentos- para realizar al proceso de socialización de los menores. Es más, sufren una crisis de autoridad, cara a la demanda de los hijos y sufren el estigma de familias desestructuradas por parte de los poderes públicos, de los agentes sociales y una frustración provocada por el trastorno de la transmisión de la filiación, los hijos prefieren tirarse el mar, antes de quedarse y tener un proyecto de vida que asegure a la familia una cierta continuidad, un anclaje social.
- Los menores privados del derecho fundamental a saberse protegidos, queridos y con una capacidad de proteger, esto depara frustración y una fuga simbólica, proyectando sobre otro lugar lo que se cree que es imposible realizar en el propio lugar y no se comprometen en la tarea de producir cambios. - Un contexto donde las cuestiones fundamentales están asumidas por organizaciones no gubernamentales. El Estado no es prioritario. La cercanía-lejanía a Europa ofrece el resto hay un divorcio traumático entre la base social, la comunidad y la clase política.
De todo esto, si las respuestas no son globales y específicas que deben incumbir primero a los profesionales nacionales, pienso que corremos el riesgo de ser cómplices con soluciones atomizadas .
Para concluir, el reto está para los profesionales- en ser creativos, origines, rompiendo secretos para ganar nuestra credibilidad tanto a nivel nacional como a nivel internacional.
Bibliografía
- P. Watzlawick, J.H Beavin. Don D. Jackson (1972). Une logique de la communication. Editorial Du Seuil. Points
- Joël de Rosnay (1975). Le macroscope. Editorial Du Seuil
- Edgar Morin (1990). Introduction á la pensée complexe. Editorial ESF
- Amina Bargach. « Los niños de la calle » en la ciudad de Tetuán (Marruecos). Pág. 9-14. En: Menores desprotegidos en las calles de Tetuán. Fundación CODESPA- APISF Comisión Europea
- Mounia Bennani- Chraïbi (1995). Soumis et rebelles les jeunes au Maroc. Editorial Le Fennec. Casablanca. Marruecos
- Marc Konrad Torralba y Vicenta Santoja Pérez (2005). Menores migrantes, de los puntos cardenales a la rosa de los vientos. Promolibro. Valencia, 2005.
- Mercedes Jiménez Álvarez. Buscarse la vida. Fundación Santa María. 2003. Madrid
- Saul Karsz. Coordinador (2000). L´exclusion, définir pour en finir. Editorial DUNOD. Paris 2000.
- P. Watzlawick, Giorgio Nardone. Stratégie de la thérapie breve. Editorial Du Seuil. 2000
- Froma Walzh. Resiliencia familiar. Estrategias para su fortalecimiento. 2004. Editorial Amorrurtu. Buenos Aires.
- Odette Masson. Le syndrome d´épuisement professionnel. Pág 355-369. Thérapie familiale (1990). Vol XI. Nº4. Revue International d´associations francophones) Editorial Médecine et hygiène. Genève.
- Ettienne Dessoy. Terrorisme et Démocratie : La mondialisation d´un processus pathogène. Pág 343-356. En : Thérapie familiale. Vol XXVI. Nº4. Editorial Médecine et hygiène
- Jorge Barudy, A. Pascale Marquebreuq. Les enfants des mères résilientes. Editorial Solal. Marsella.
This document was created with Win2PDF available at http://www.win2pdf.com.
The unregistered version of Win2PDF is for evaluation or non-commercial use only.
This page will not be added after purchasing Win2PDF.
No hay comentarios:
Publicar un comentario