Los muchachos entran a las 20.00 horas para pasar la noche en el centro L'Alcor, en la calle Ramon Turró de Poblenou
El Govern pone en jaque el futuro de los jóvenes inmigrantes
Los centros de primera acogida para menores extranjeros El Bosc y L'Alcor cierran sus puertas. El nuevo centro que estará cerca del Parque Güell y cuenta con la mitad de plazas que hay ahora.
Hassid sube acalorado y sin camiseta la cuesta de la carretera de Vallvidrera. El muchacho, de origen marroquí y con rostro aún de niño, acaba de cumplir los 15 años y reside en el centro Residencial de Acció Educativa (Crae) de Vilana.
Se dirige a la salida del centro El Bosc, donde pasó más de seis meses, en busca de unos amigos. Le acompañan dos jóvenes totalmente colocados con disolvente que, con la mirada perdida, gritan palabras sin sentido. Uno acaba de salir de un centro de internamiento por robo con violencia y agarra un bote de pegamento líquido. El otro no deja de esnifar la manga de su camiseta impregnada del fuerte olor a disolvente.
«Desde los 12 años me pasaba horas y horas en el puerto de Tánger para subirme a un camión y cruzar Gibraltar en el ferry, lo intenté más de 30 veces y al final lo conseguí», recuerda el adolescente, que por miedo a represalias no quiere que publiquemos su verdadera identidad y le hemos bautizado como Hassid. «Me escondí debajo de un autobús, entre muchos tubos durante un día entero», relata orgulloso su hazaña, la misma que la mayoría de los muchachos que llegan a España.
«Una vez llegan a Barcelona ellos mismos acuden a la Policía, les hacen un reconocimiento, se les identifica y se comprueba si realmente hay una situación de desamparo», explica una ex educadora social de menores inmigrantes. La Fiscalía de menores les envía entonces a un centro de primera acogida bajo la tutela de la Dirección General de la Atención de la Infancia y la Adolescencia (Dgaia).
Muchos de ellos son enviados al dormir a El Alcor, en Poblenou y a pasar el día a El Bosc, en Vallvidrera, donde hacen talleres, salidas y clases de lengua. Una vez estudiada su situación, con suerte se les asigna un centro y un itinerario educativo y de reinserción social. Pero no hay plazas para todos.En el último año, a los subsaharianos se les ha sometido a pruebas radiológicas inexactas que dictaminan una mayoría de edad. Así, casi medio centenar han sido expulsados.
Noche en L' Alcor
«En L'Alcor nos levantan a las siete, desayunamos y nos dirigimos en metro a El Bosc, antes íbamos con furgonetas. Allí no me enseñaban nada, solo me aburría, me dormía y jugabamos a futbol», protesta el joven Hassid. «Dormíamos en habitaciones con muchas camas y literas puestas en fila», describe el pequeño que, desde los 11 años, trabajaba en una fábrica textil y ahora sueña con ser mecánico. Sus brazos están llenos de marcas de profundas heridas «Muchos se hacen cortes como intento de suicidio pero también para llamar la atención», cuenta la antigua trabajadora.
«L'Alcor es lo menos parecido a un hogar, que es lo que realmente necesitan, es una antigua nave industrial, fría y poco acogedora», describe un técnico que visitó el centro hace poco. Está gestionado por la entidad Apip, tiene la capacidad de 60 plazas y es conocido por su conflictividad entre los vecinos. «Cuando había muchos chicos había más problemas», admite un educador que a las 20.00 horas pasa lista en la puerta del centro antes de cerrar la reja. «Peleas, agresiones a educadores y algún motín», explican.
«Con la aproximación del cierre de los centros, ha aumentado la expulsión de chicos subsaharianos. Quieren hacer limpieza antes del traslado ya que no hay plazas para todos», explica el abogado Albert Parés, que lleva 40 casos de expulsiones. A pesar de las largas listas de espera, hoy sólo dormiran 32 chicos en Alcor, todos marroquíes menos 7.
«En general son chicos buenos pero a veces se rebotan. Algunos no tendrían que estar aquí sino en centro de educación especial, pero no hay recursos y eso trunca su futuro», comenta la ex educadora quien considera que a pesar que se cubren sus necesidades básicas de comida, techo, salud e higiene, debería destinarse más recursos a su formación e itinerarios especializados para labrarles un futuro con éxito. «Sólo un 10 por ciento de los muchachos consiguen tener un futuro decente o entrar en el área de soporte al joven al cumplir 18, el resto están perdidos», lamenta la experta.
De día, en El Bosc
En El Bosc, donde los muchachos llegan sobre las 9 de la mañana, las quejas de los vecinos son constantes. Este centro está gestionado por la Fundación Mercè Fontanillas y tiene capacidad para 70. Sin embargo, ha llegado a estar «sobreocupado y colapsado», según el informe del Síndic de Greuges. Además, «a pesar de que el ratio de educadores por menores debería ser de 7 por turno, han llegado a estar sólo 4», dice la anterior educadora.
Tras los informes del Síndic de 2009 denunciado la situación así como las peticiones de varios colectivos sociales, asociaciones de vecinos y de CiU para cerrar estos centros, la conselleria de Acción Social se comprometió a reubicarlos antes de 2010. Ahora 6 meses más tarde, tanto El Bosc, como L'Alcor cerrarán sus puertas en las próximas semanas y serán trasladados progresivamente a un nuevo centro. La Llar Gaudí, ubicado en la calle Larrard, cerca del Parque Güell, será el nuevo emplazamiento pero contará sólo con 36 plazas. «Aún no nos han confirmado la fecha exacta de cierre y unos 15 profesionales nos vamos a quedar sin trabajo», lamenta el vigilante de L'Alcor.
El nuevo centro evitará los guetos
Entre finales de junio y principios de julio los centros de primera acogida para menores inmigrantes El Bosc y L'Alcor cerrarán sus puertas. Progresivamente se trasladarán al nuevo Llar Gaudí, ubicado en la calle Larrard, 45. El nuevo equipamiento acogerá a chicos de entre 12 y 18 años. Contará con 36 plazas y estará dividido en tres estancias de 12 plazas cada una. A diferencia de antes, se mezclarán menores de origen nacional y extranjero para evitar la segregación de los inmigrantes. El edificio, que dispondrá de aulas grandes para hacer cursos de formación y talleres prelaborales, tuvo en su antigüedad un uso religioso. También se prevé abrir otro centro en la calle Císter, pero no hay fecha.
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