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Un lugar para los menores olvidados
Enfermos psicóticos y pre-delincuentes en potencia, si no se les trata. Los Hermanos Franciscanos de La Cruz Blanca son de los pocos que se especializan en ellos en Canarias
Cuando la formación, la voluntad y el amor se unen, cualquier obra puede abrazar la realidad, asemejándose al arte de tallar diamantes en bruto y este es el reto que se han marcado los responsables de convertir en un hecho el «Proyecto Grillo», en La Laguna.
«Son enfermos psicóticos y pre-delincuentes , pudiendo llegar a ser delincuentes si no se les trata y se les corrige su conducta». Duras palabras pero certeras las pronunciadas por Francisco Figueroa, psicólogo y responsable de uno de los centros de menores, los únicos de esta especialidad que existen en Canarias y que se gestionan bajo la dirección de los Hermanos Franciscanos de La Cruz Blanca.
En la isla de Tenerife, concretamente en la zona de las Mercedes y los Majuelos, en el municipio de La Laguna, tres centros se han convertido en el hogar de 24 menores, llegados desde cualquier rincón del Archipiélago y que han sido derivados por la Dirección del Menor y la Familia del Gobierno de Canarias. Estos niños, con esta compleja tipología han vivido en condiciones de riesgo social, en centros de protección de la propia administración, en los Centros de Atención Inmediata (CAI) o en otros similares. En el año 2007 los Hermanos de la Cruz Blanca se hicieron cargo de cuatro menores canarios que no encajaban en ningún lugar de la sociedad por presentar unas características poco habituales. Estos chicos padecen una discapacidad leve, llevando a sus espaldas carencias afectivas, historias familiares muy duras, falta de autonomía personal y de habilidades sociales, poca capacidad intelectual además de sufrir graves problemas de conducta y del control de sus impulsos. Tan solo cuatro años después, esta cifra se ha multiplicado por seis. «Son los niños que, aquí en Canarias, al no haber centros, no se podían atender y se derivaban a la Península, a diferentes lugares... lo que hemos logrado a día de hoy es que todos esos niños se queden en las islas, cerca de su entorno», explica el responsable de la Casa Manolo Torras, el Hermano Fermín, antes de marchar de La Laguna a responsabilizarse de una nueva misión en Andalucía.
El diagnóstico que describe a estos niños y niñas pasa por catalogarlos como enfermos psicóticos, formando parte de una de las poblaciones más complicadas puesto que, al no ser personas normalizadas ni tampoco personas con discapacidad severa, no terminan de acoplarse a los centros para menores que ya están en marcha en la red de servicios sociales de nuestra comunidad autónoma porque, al tratarse de menores agresivos, en desamparo con complicaciones familiares graves, se tornan violentos. Se convierten así en un factor de riesgo para otros menores, según ha apuntado el psicólogo, Francisco Figueroa, que añade que «son enfermos mentales pero que, con trabajo, muchos de ellos, los que menos discapacidad tienen, pueden ser reinsertados en la sociedad, ya lo hemos conseguido en algunos casos». A su juicio, «algunos niños han logrado socializarse, volver a estar juntos con pequeños de su misma edad, integrados en colegios nuevamente; aspiramos a que alguno pueda trabajar. Estos chicos están aparcados en la sociedad, están escondidos porque nadie ha sabido tratarlos», explica.
Entre los objetivos que se ha marcado la Cruz Blanca destaca la puesta en marcha de la Casa Manolo Torras 2, también en la ciudad de Aguere donde ya se encuentra la casa familiar Manolo Torras 1, lugar en el que son atendidos menores y adultos con discapacidad severa. Esta nueva iniciativa lleva por nombre «Proyecto Grillo» en recuerdo a un niño, José Luis Grillo, una de las personas más especiales que vivió en la casa familiar y quien, a pesar de sus dificultades físicas, estaba lleno de vitalidad, ilusión y ganas de vivir pero que falleció en el año 2007, justo el día en el que la idea del nuevo centro comenzaba a tornarse en realidad.
Ampliar infraestructuras
«Queremos abrir una nueva residencia en la calle Juan de Vera, en La Laguna, en el antiguo colegio del Carmen y necesitamos ayuda porque es importantísimo para Canarias contar con este recurso», asevera el franciscano, indicando que este nuevo centro, con el que ya cuentan pero que necesitan reformar, se destinará a este colectivo de niños menores de edad con lo que, uno de los tres centros destinado a este fin en la actualidad se utilizaría como alojamiento para los que ya van alcanzando la mayoría de edad y se quedan totalmente abandonados.
Cuando estos menores cumplen los dieciocho años, según explica el psicólogo, los que pueden vuelven con su familia y los que no, deben ser internados en un centro adecuado «solo que Canarias carece de centros para sus características, entonces se ubican en centros de discapacidad que tampoco es el lugar idóneo ni para unos ni para otros».
El Hermano Fermín matiza que tanto la idea que persigue la Cruz Blanca como la de la Dirección del Menor es la misma y pasa por lograr insertar a estos menores en el seno familiar. Tanto es así que, para ello, la orden religiosa ha puesto en marcha la escuela de padres «para trabajar con la familia, de manera que sea más favorable para los chicos al final y también ver, realmente, los casos en que si va a poder ser o no, la integración familiar porque hay casos que no va a poder ser por mucho que uno quiera, por los familiares o por los propios niños que pueden convertirse en un auténtico peligro para su familia». En esa línea apunta que «esto es un cajón de sastre, ahora mismo tenemos una niña que va a cumplir dieciocho años y no es perfil para entrar en ningún centro de discapacidad aunque nosotros pensamos que si pero, ¿qué hacemos con ella?, ¿dónde la metemos?».
Conociendo estos hechos, es vital saber dónde ubicar a estas personas cuando dejan de estar al amparo de la dirección del menor pero que pueden continuar siendo «protegidos» de la Cruz Blanca si cuentan con el lugar adecuado. La congregación religiosa ya posee un lugar con terrenos en el que, incluso, planean construir pequeños estudios para que algunas de estas personas puedan vivir, con una formación y un trabajo previo, de manera autónoma.
Ambiente familiar
La filosofía de trabajo practicada por los profesionales que se relacionan con estos muchachos y muchachas pasa por crear un ambiente familiar, reestructurándoles un entorno de tal manera que ellos reconozcan el lugar en el que habitan como su hogar, «que ellos vivan con la garantía de que llegan a su casa, no llegan a un centro», incide Figueroa añadiendo que otro de los cambios está vinculado al trato «porque vienen muy institucionalizados».
Así por ejemplo, en cuanto llegan los chicos lo primero que hacen es quitar de su boca la palabra «educador» y animarles a llamar a cada uno por su nombre; lo segundo, con las recomendaciones del médico, consiste en disminuir la dosis de tranquilizantes que toman porque «nos llegan totalmente dopados».
Esto último entraña su propio riesgo porque, al ser violentos, pueden emprenderla a golpes con ellos, como ya ha pasado en alguna ocasión pero es asumido por los propios trabajadores. El hermano Fermín explicaba que «cada chico es un mundo, es una persona individual, no se puede etiquetar a todos por igual ni tratarlos a todos como si fueran lo mismo», señalando que, al contrario de lo que puede creerse, «cuando todos se ponen flamencos lo mejor podría ser medicalizarlos y tranquilizarlos, no, eso no puede ser». En su opinión, «puede que alguno si necesite el medicamento pero a otros, cuando tienen una crisis, lo mejor es acercarse, intentar hablar con ellos, aún a riesgo de ser agredido...pero hay que tratarlos como lo que son, personas». En estos centros, los educadores tienen claro que son modeladores de la conducta de los menores y referentes de un ejemplo a seguir, por ello se empeñan en romper esquemas y ofrecer un trato personalizado incluso en las comidas, teniendo en cuenta los gustos y preferencias, como en cualquier hogar.
El «Proyecto Grillo» tiene vida propia pero necesita de la colaboración de todos porque, aunque las necesidades básicas de los menores están cubiertas por el Gobierno de Canarias, la coyuntura económica adversa marca los tiempos y dificulta el inicio de las obras de ese nuevo centro que depende únicamente de los Hermanos de La Cruz Blanca y de la solidaridad de Canarias. Cenas benéficas, mercadillos solidarios, cuentas bancarias y cuantas ideas se puedan poner en marcha para recaudar fondos y acometer las obras de la nueva Casa son las herramientas que posee la Cruz Blanca y estos futuros adultos para seguir contando con un lugar donde encajen.
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