El Gobierno de Melilla ocultó datos sobre maltrato a menores. Los malos tratos, que han sido denunciados por la asociación Prodein, se produjeron en el centro de menores La Purísima de la ciudad autónoma, que está gobernada por el PP.
June Fernández / BilbaoLunes 27 de septiembre de 2010. Número 133 Número 134
- LA PURÍSIMA. Los malos tratos se produjeron en este centro de menores, dependiente de la consejería de Bienestar Social.
El Gobierno de Melilla "no ha sido lo exhaustivo que cabría esperar" a la hora de investigar las denuncias por malos tratos a menores extranjeros no acompañados y, lo que es más grave, ha ocultado información al respecto a la Fiscalía de Menores y al Juzgado. Es la conclusión arrojada por la Defensora del Pueblo tras analizar las quejas interpuestas por la asociación a favor de los derechos de la infancia, Prodein, en representación de cinco ex tutelados.
En concreto, el Gobierno de la ciudad autónoma, del PP, ocultó la comparecencia de varios menores para declarar sobre los malos tratos recibidos en el centro de La Purísima, dependiente de la consejería de Bienestar Social.
En la carta de respuesta, emitida el pasado agosto, la Defensora en funciones María Luisa Cava dice que continuará con las actuaciones pertinentes junto a la Fiscalía e insta al Gobierno de la ciudad autónoma a que cumpla con el ordenamiento vigente, es decir, que vele por el interés de sus tutelados, previniendo "todas aquellas situaciones que puedan perjudicar su desarrollo personal". Los malos tratos denunciados sucedieron en su mayoría en el año 2008, cuando la consejera de Bienestar Social, María Antonia Garbín, empezó a lamentar que a Melilla llegaban demasiados menores.
Según Prodein, el Gobierno no dedicó más recursos pese a la saturación de La Purísima, el centro de referencia de la ciudad. El método elegido fue distinto: "Los primeros días de estancia, los educadores hacían la vida imposible a los chavales: les castigaban encerrándoles durante semanas y les pegaban durante los interrogatorios", narra el portavoz de la entidad, José Palazón. Los chicos escapaban y, de esa forma, el Gobierno reducía el número de tutelados. En un sólo domingo, 36 menores intentaron llegar a la península. Uno de ellos terminó en el hospital, herido grave por una caída.
Denuncias sin respuesta
La consejera Garbín eludió toda responsabilidad, no sólo sobre los polizones (afirmó que gran parte eran adultos), sino sobre todos los tutelados. Defendió que sólo el 20% presentaban necesidad de protección social, considerando al resto como meros inmigrantes "ilegales". Ni Garbín ni ninguna persona de su departamento han accedido a hablar con DIAGONAL.
Las denuncias que interpuso Prodein ante el juzgado por cada niño no han sido estimadas. Lo más que hizo el Gobierno fue despedir a uno de los educadores que se encontraban en La Purísima, alegando impuntualidad e indisciplina. En una ciudad pequeña y aislada del resto del Estado, en la que todo el mundo se conoce y la mayor parte de asociaciones dependen económicamente del Gobierno, "el ambiente es de que como a alguien se le ocurra tirar de la manta, aquí cae todo el mundo, e ir contracorriente se paga caro", afirma Palazón.
Sin embargo, el Defensor del Pueblo mantiene abierta su investigación sobre La Purísima. En su Informe Anual de 2009 reprueba no haber recibido explicaciones sobre las deficiencias observadas en el centro y advierte de que "siguen sin aclararse lo suficiente las denuncias de malos tratos". Una de las prácticas del Gobierno reconocidas por el Defensor fue la política de obstaculizar (cuando su deber legal es garantizar) la renovación de documentación de sus ex tutelados. Sin papeles, perdían todos sus derechos adquiridos y podían ser fácilmente expulsados. Los educadores retiraban a los chavales todo documento que les pudiera identificar: desde el pasaporte hasta el carné de biblioteca. La Consejería tardaba meses en darles el certificado de tutela.
Incluso la Delegación de Gobierno empezó a exigir papeles tan insólitos y difíciles de conseguir como el certificado de soltería. "Los chavales cumplían 18 años pensando que la Consejería se ocuparía de su situación y se encontraron con que tenían que empezar de cero. Tuvieron que viajar a Rabat y gastar cientos de euros para conseguir los documentos", señala Palazón.
La situación ha mejorado, pero Palazón no lo atribuye a un cambio de política hacia los menores, sino al control por parte de la Defensoría y la Fiscalía. En 2009 y 2010 Prodein no ha recibido ni una sola denuncia por malos tratos. También se han reducido levemente las trabas para acceder a la regularización al cumplir los 18 años, y la justicia ha dado la razón a la mayoría de jóvenes que interpusieron recursos al ver denegadas sus solicitudes de residencia. Pese a esa relativa calma, el portavoz de Prodein considera que el daño ya está hecho. "El Gobierno ha roto su confianza en el sistema de protección de menores de la ciudad. Los niños siguen pensando que no merece la pena quedarse: Melilla es ahora una ciudad de paso".
Inmigrantes antes que menores
La política en Melilla, aunque extrema, coincide con la actitud de la mayor parte de gobiernos autonómicos: considerar a sus tutelados inmigrantes irregulares en vez de menores bajo su responsabilidad, e intentar quitárselos de encima aduciendo saturación y falta de recursos. En puntos muy distintos de la península, las asociaciones pro derechos humanos han denunciado situaciones de hacinamiento, retención de la documentación y repatriaciones sin garantías, entre otras muchas irregularidades.
En su Informe Anual 2009, el entonces Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, reclamó un marco común de actuación para terminar con la "disparidad de criterios" entre administraciones que dejan mal parados a sus tutelados. Entre los temas que preocupan a la Defensora destaca el uso de las pruebas óseas, "que presentan amplios márgenes de error", como principal o incluso único criterio para medir la edad de los jóvenes recién llegados.
El Informe constata que muchos tutelados quedan en situación irregular al cumplir los 18 años. Así se comprobó en Madrid, Melilla y Asturias, a cuyos gobiernos recordó su deber legal de facilitar la renovación de los papeles de los jóvenes. Además, el Defensor reprobó la falta de garantías en los procesos de repatriación de menores.
María Antonia Garbín
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