02.11.2010 · Helena Maleno
Niños en el Camino es un documental que cuenta la historia de cuatro menores africanos.
Similitudes en el nombre con el estupendo trabajo de En el Camino, que durante estas semanas presenta periodismohumano. Pero más allá del título ambos documentales comparten la denuncia de violaciones de derechos humanos en los tránsitos migratorios, y traen a primer plano la esperanza y la valentía de sus protagonistas.
En Niños en el Camino, tres menores nos cuentan sus historias migratorias, perfilando una de las realidades sociales plasmada en la serie Dibujos de Luz.
Williams salió de su país por efecto de los enfrentamientos entre musulmanes y cristianos en el estado de Canon, Nigeria. Relata cómo llegaron unos hombres a su casa golpeando la puerta, pegaron a su padre y violaron a sus hermanas. Su padre le dijo que corriese y él corrió, corrió y corrió, hasta que no pudo más y al volver la vista atrás contempló su casa en llamas.
Williams llegó a la estación de autobuses de Tánger. Temblando de frío, muerto de hambre y miedo. Tenía catorce años.
Durante meses no pudo hablar, no podía contar su historia que se le atravesaba en la garganta cada vez que intentaba expresar sus sentimientos. Quince días de sesiones diarias para poder reconstruir su historia y presentar su demanda de asilo en la oficina del Acnur en Marruecos.
Francisco Ortiz, oficial de protección de Acnur España, declaraba durante el Seminario organizado por Save The Children en Toledo que "un niño no te va a contar que que le han violado o que le han obligado a hacer determinadas cosas, incluso porque lo ha interiorizado como normal y puede no ser consciente de que es malo lo que ha pasado. Ha sufrido y lo tiene interiorizado, pero no es capaz de verbalizarlo".
Williams estuvo en manos de redes que le llevaron por el desierto de Níger y Argelia, hasta Marruecos. Recuerda el hambre y se niega a hablar de la violencia sexual que siempre le acompañó durante su camino.
Una vez obtuvo el estatuto de refugiado seguía viviendo en peligro, la protección no era completa, puesto que el reino de Marruecos no le reconocía como tal. Apenas lograba sobrevivir con la mendicidad y su único objetivo era huir del control de las redes de trata para explotación sexual. Su historia tuvo un final feliz al reconocérsele que sus derechos en Marruecos no estaban garantizados y reinstalarlo a un país tercero.
Afortunadamente Beauty corrió la misma suerte. Esta niña víctima de trata fue abandonada por la red tras haber intentado quemarla viva, con agua hirviendo, por negarse a ejercer la prostitución.
Aquel día, que ella llama su "accidente", yacía sobre la cama del hospital quemada desde el cuello hasta las rodillas. Estaba desnuda, así la habían llevado otros nigerianos asustados por la barbaridad que su patrón le había hecho. Desnuda, convulsionaba de dolor entre la vida y la muerte.
Alrededor de la habitación varios hombres controlaban una chica de 15 años. Lloraba desconsolada sentada en el suelo a los pies de la cama del hospital. Tenía la misma cara de Beauty, al instante se veía que era su hermana gemela.
Sobrevivió a las quemaduras y nunca se atrevió a decir que aquel "accidente" había sido una brutal agresión.
Mutilada como estaba, dejó temporalmente de tener interés para la red que relajó su control sobre ella. Así, pudo pedir asilo y contar su historia. Beauty ya sabía lo que era ser víctima de trata, lo fue cuando era pequeña para explotación laboral en su país.
Mientras estaba siendo explotada alguien le ofreció ir a Europa y salir de allí y ella aceptó. No se imaginaba que pasaría a sufrir otra explotación, peor si cabe que la primera.
Lo que mejor recuerda es el paso de las fronteras donde las chicas eran ofrecidas por la red a los militares como pago. Siempre habla en tercera persona de los abusos, dice que eso les pasaba a sus compañeras pero no a ella.
Una vez curada su patrón volvió a buscarla, tenía que pagar una deuda de la que ella no conocía ni la cuantía. Esta vez, los resortes de la protección internacional funcionaron y pudo alejarse de la red. Pero un poso amargo sigue anidando en sus ojos. Desde aquel día que vimos a su gemela no volvimos a saber de ella y Beauty nunca ha admitido que tuviese una hermana.
Los niños/as víctimas de la trata de personas enfrentan serios problemas. Con frecuencia sometidos al abuso físico y sexual, estos niños presentan necesidades específicas de atención médica y psicológica distintivas que deben tratarse antes de que ingresen en la etapa formativa de la adultez.
Jamal vive en Tánger. Es alegre, lleno de vida y trabaja en un centro social de la ciudad. Pasó página de su proceso migratorio donde sufrió tres deportaciones ilegales por parte de las autoridades españolas. Está contento porque sabe que muchos de sus compañeros se fueron destruyendo con cada maltrato, con cada devolución.
La estancia en la comisaría marroquí después de ser enviado desde España, acababa con todos los niños embarcados en autobuses y abandonados en el interior de Marruecos. Que Jamal fuese tangerino poco importaba.
Su familia no sabía de sus reiteradas estancias en el puerto de Tánger aunque las intuía. Jamal expresa muy bien cómo detrás de estos menores que llamamos no acompañados hay muchas más cosas de lo que imaginamos. No podemos cogerlos como un lienzo en blanco en el que pintamos nuestras políticas migratorias porque son mucho más y les acompaña una historia de afectividades, violaciones de derechos.
El Defensor del Pueblo de Castilla y La Mancha usaba una hermosa metáfora para explicar la situación de lo que en España llaman los MENA. Dice que la vida de los menores migrantes está sobre un compás que tiene dos patas, una son las convenciones internacionales que protegen a los niños y niñas y otros son las políticas estatales migratorias y de menores. Pero que la pata fija del compás siempre deben ser esas convenciones internacionales firmadas por nuestro estado y que lo otro debía girar en torno a ellas.
Metáfora de la que las Comunidades Autónomas deberían tomar nota.
La cuarta historia de En El Camino se refiere a Smael. Salió de Guinea con diez años y pasó muchos de ellos en el campamento informal del bosque de Ben Younech próximo a Ceuta. Reiterados saltos a la valla y reiteradas deportaciones de la Guardia Civil cuando aún era un chiquillo.
Recuerda claramente los muertos de la valla de 2005 y los disparos, tanto de la Guardia Civil como de la policía marroquí. Allí perdió a una parte de su comunidad con la que hizo el camino y se encontró solo. Durante su estancia en Rabat se adaptó a vivir con la comunidad nigeriana y costamarfileña.
Es un gran ciudadano del mundo que habla muchas lenguas y al que le apasiona el hip-hop. A pesar de la dureza de sus experiencias juega al futbol todos los días y sale a correr por las mañanas para mantenerse en forma. Presume de no haber tomado nunca drogas o alcohol. Es un valiente que ha hablado claramente de todas las violaciones de derechos humanos que ha sufrido. Lamentablemente, no todas sus declaraciones aparecen en el documental por cuestiones de seguridad y él me dice que a veces los blancos somos un poco cobardes.
Cuando uno de nuestros amigos está triste, le preguntamos cómo se siente, le escuchamos si quiere hablar, nos ayudamos mutuamente.
Y tú, ¿Qué es lo que haces?, cita en un cuadernillo de la escuela costamarfileña.
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